Sentía un fuerte dolor en mi pecho, era algo así como angustia, pero porqué, yo sabía que todo estaba bien, pero aún así lo sentía. Decidí levantarme, era inútil ya seguir durmiendo, cuando puse un pie fuera de la cama sentí un tibio aire que rozaba mi pantorrilla. Miré a mi lado y me di cuenta que el trozo trisado de mi ventana ahora estaba más grande. Parecía como si una piedra la hubiera atravesado, me acerqué y toque el borde roto, al parecer lo hice con demasiada fuerza, porque al rozar mi piel contra el vidrio comenzó a caer mi sangre que emanaba de la herida recién hecha. Sin alguna reacción de dolor me retiré, miré mi dedo y lo llevé a mi boca, probé la agria sangre que salía de mi dedo, lo froté contra mi pijama y me dirigí al baño.
Ya estando en ese frío y lúgubre lugar una serie de eventos comenzaron a suceder. Me acerqué al lavado, puse mi dedo bajo el agua fría, un terrible dolor comenzó a surgir de el. Recuerdo que me retorcía y mordía mis labios para amenizar un tanto el dolor. Me miré en el espejo y no me reconocí. Era como si mi cuerpo estuviera sufriendo una metamorfosis, iniciada por esa simple herida. Cuando vi que ese no era mi rostro, me comencé a desesperar, ya no sabía que sucedía. Era quizás un sueño, me preguntaba, pero las respuestas a éste suceso no cabían en mi mente, la desesperación se apoderó de mí.
Caí al piso, sentía que mi cuerpo lentamente perdía sus fuerzas, no podía pensar, ni siquiera pedir ayuda, apoyé mi cabeza contra la baldosa del baño y me comencé a desvanecer. Mi cuerpo comenzó a flotar, ya no tenía respuesta de el, se manejaba completamente solo, mis manos caían lentamente, el pelo me rodeaba el rostro y no podía ver con toda claridad lo que sucedía. Comencé a sentir muchísimo frío, mis huesos eran como enormes cuchillas que se incrustaban en mi piel, me preguntaba cuándo acabaría, porqué me sucedía esto. Cuando llegué a la cima de la habitación oí que alguien se acercaba, por fin se acabaría esto pensé, era mi hermano, “Tomás, Tomás” grité, pero no había reacción de él. Era como si estuviéramos en el mismo lugar pero en un paralelo completamente distinto. Cuando mi hermano vea la sangre en el lavado se extrañará y mirará hacía arriba, me dije. Pero para mi sorpresa el lavado estaba completamente limpio, era como si nada hubiera sucedido. Anhelaba a que Tomás mirara hacía arriba, para saber si era visible o no, cuando lo hizo mis ojos se llenaron de emoción, pero mi hermano no me vio. Yo estaba en aquel lugar, pero a la vez no. Sentía que estaba todo perdido, que me quedaría ahí suspendida en el aire mirando lo que sucedía, viendo como mi vida se desgastaba poco a poco.
Al salir Tomás de la habitación sentí como mis esperanzas de volver se desvanecían, pero fue cuando sucedió algo aún más inesperado. Una fuerza extraña tiró mis brazos y piernas hacía a un costado, sentí una fuerte presión sobre mi pecho, grité muy fuerte y lloré, una emoción inundó mi cuerpo a pesar del dolor que sentía. Era como si algo me quisiera arrancar de la piel, robar mi esencia, mi alma. Cómo explicarlo si no lo sientes, ¿Cómo?, luego de aquel infernal dolor vino la paz. Me vi acostada en un verde prado, rodeada de las más bellas flores que se puedan imaginar, un sol radiante que iluminaba mi cuerpo, acompañada de un despejado día, era la perfección. Con los ojos cerrados comencé a tocar el pasto, sentí calidez, amor, emoción, el dolor se había ido completamente. Me senté, seguía con los ojos cerrados, me levanté y caminé en dirección desconocida. No sé cuanto habré caminado, fueron minutos, horas o quizás segundos. Quién sabe. Solo sé que llegué a un punto donde sentí que debía parar y lo hice. Una brisa inundo mi cuerpo, abrí mis brazos y me lancé, sentía que caía pero no tenia miedo, sabía que nada malo iba a pasar. Recuerdos, pensamientos, emociones, sensaciones, todo lo bueno y malo en mi vida pasó por mi mente, y lo entendí, sabía porqué estaba ahí, mis acciones en los últimos años estaban haciendo que desperdiciara mi vida y que no la viviera como debía ser. Mientras estos pensamientos recorrían mi mente yo seguía cayendo, en realidad no me preocupaba si esto era para siempre, ya que cualquier cosa hubiera sido mejor que despertar donde mismo, y con la misma sensación de angustia que me rodeada aquella mañana en que comenzó todo. Que ilusa fui. Mis ojos se llenaron de lágrimas, sentía que llegaba al final y la verdad no quería, finalmente caí sobre algo suave y blando, la angustia había vuelto, debía enfrentarla. Abrí mis ojos, miré a mi alrededor, estaba de vuelta en mi pieza, vi la ventana y ya no tenía nada, me levanté, me miré al espejo y vi mi figura, aquella que había despreciado por mucho tiempo, el dolor había vuelto. Salí al patio caminé unos segundos y me di cuenta que aquel prado verde y perfecto de mi sueño estaba ahí, al frente de mis ojos, ahora sabía que todo lo que tenía hacer era abrirlos y ver más allá.
ALe Lebeau.-
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